¿Una combinación imposible?
Ingvar Kamprad comprendió desde muy pronto la importancia no solo de probar la calidad de los muebles, sino también de hablar al público de su alta calidad. Al fin y al cabo, no era nada fácil explicar cómo podían ir de la mano unos precios tan asequibles con una alta calidad. Para ayudarle, Ingvar contó con Erik Berglund, director general y jefe de investigación de
. En sus cartas, Erik e Ingvar solían hablar con frecuencia del tema de la calidad, y de ahí extrajo Ingvar muchas ideas sobre cómo IKEA debía comunicarse con sus clientes. Para demostrar que IKEA se tomaba muy en serio su compromiso con la calidad, empezó a dedicar varias páginas del catálogo a las pruebas a las que se sometían los productos. En largos y detallados textos se explicaba cómo un mueble tapizado se pasaba por pistones y placas de presión, o cómo una encimera se sometía al calor y se le derramaba alcohol por encima. Del catálogo de 1964: «De este modo sabemos que estamos ofreciendo un buen producto, y tú sabes que lo estás comprando». Pero ¿de verdad podían confiar los clientes en lo que dijera una compañía de muebles sobre su propia calidad?