Al principio, Ingvar guardaba el stock de sus bolígrafos, relojes y medias en la granja familiar de Elmtaryd. Los pedidos llegaban por correo o por teléfono, y por las tardes los preparaba con la ayuda de su familia. Para enviar paquetes a los clientes recurrió a una idea tan sencilla como ingeniosa: por las mañanas, el camión de reparto de leche paraba en la granja para recoger la leche y llevarla a la lechería. Ingvar los convenció para que recogieran también sus paquetes y los llevaran a la oficina de correos o a la estación de tren. Tras unos primeros años vendiendo bolígrafos, relojes y medias, Ingvar detectó un gran potencial en la venta de muebles por correo. Y gracias a su éxito con los bolígrafos, tenía una pequeña cantidad de capital para invertir. Pero era un sector difícil. Realmente difícil. Para sobrevivir, tuvo que tomar decisiones arriesgadas; y esto acabó convirtiéndose en su sello distintivo.
Pero antes de saber qué tramaba Ingvar a finales de los cuarenta, echemos un vistazo a la situación de Suecia en los años inmediatamente anteriores. Al igual que el resto de Europa, el país se vio afectado por la Gran Depresión y los problemas económicos de los años treinta.
afectó mucho a la crisis económica en Suecia. Pero la llegada al poder de los socialdemócratas en 1932 marcó el comienzo de una nueva era en la que los políticos decidieron salir de la crisis invirtiendo, no ahorrando. De aquí nació la idea del estado de bienestar, y más tarde el concepto de (literalmente, «el hogar de las personas»), por el que el Estado ofrecía préstamos favorables a todo aquel que quisiera construir un hogar. Dicho de otro modo, el Gobierno estaba invirtiendo en las personas y sus hogares. Suecia y los suecos, que de algún modo se habían librado de los horrores de la Segunda Guerra Mundial, veían el futuro con optimismo. Así que, cuando un joven Ingvar Kamprad hizo sus primeros intentos de vender muebles, se encontró con una situación relativamente favorable: una época de fe en el futuro, en la que los hogares de las personas eran importantes. Una época en que la demanda de muebles era cada vez mayor y las familias tenían algo de dinero para mudarse a un hogar.En 1948, cinco años después del registro de la marca IKEA, la compañía anunció sus primeros muebles en un pequeño folleto. En él se ofrecían algunos sillones y un par de mesas a un público que quería y podía comprar muebles para su hogar. IKEA siguió vendiendo también bisutería de cristal y maletines de cuero argentino, pero lo que más éxito tuvo fueron los muebles. En el siguiente folleto había ya más muebles: un sofá cama de Elfs Möbler, de Älmhult, y una lámpara de araña de cristal de Örsjö. Todo se agotó rápidamente. Los clientes hacían sus pedidos mediante cupones, y las fábricas se encargaban de entregarlos.